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Interesante documento acerca del Crédito Universitario.
Espero que lo lean con detención....
Patricio Majluf A.
PRESIDENTE CEIN
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http://cowles.econ.yale.edu/~engel/op_eds.htm
30 de Julio de 2000
Descrédito Universitario
Los estudiantes provenientes del 20% (quintil) de los hogares con mayores
ingresos reciben por concepto del crédito universitario el triple de
recursos que aquellos provenientes del quintil más pobre.
Eduardo Engel
Por generaciones la educación ha sido percibida como el principal medio de
movilidad social en el país. La obtención de un título universitario
aseguraría ingresos altos, siendo muchas las familias que realizan grandes
sacrificios para financiar los estudios universitarios de un hijo. Lo
anterior sugiere que el Estado puede mejorar la distribución del ingreso
ayudando a financiar la educación universitaria de los más pobres,
utilizando programas como el polémico crédito universitario.
Desgraciadamente, en la práctica el crédito universitario es un carísimo
subsidio (más de US$ 70 millones anuales) que beneficia principalmente a
estudiantes de ingresos medios y altos. En 1996 (último año con cifras
disponibles), los estudiantes provenientes del 20 % (quintil) de los hogares
con mayores ingresos recibieron por concepto de este crédito el triple de
recursos que los provenientes del quintil más pobre. La situación era aun
peor en 1987, cuando los estudiantes del quintil más rico percibieron el
29.7% de los recursos asignados, comparado con un escuálido 7.5 % del
quintil más pobre.
Que los más pobres no se beneficien con el crédito universitario se debe a
que la mayoría de ellos no llega a cuarto medio y, por lo tanto, no tienen
acceso a la educación superior. En cambio, que los estudiantes del quintil
más rico reciban una fracción importante del crédito (en 1987 era el quintil
más beneficiado) ilustra los serios problemas de diseño que tiene dicho
subsidio. En efecto, en la actualidad es atractivo acceder al crédito
universitario para todos los estudiantes, aun para aquellos que no lo
necesitan, porque éste cobra una tasa de interés muy inferior (2 % anual) a
la de mercado. Si se cobrara la tasa de mercado, quienes pueden hacerlo
financiarían la matrícula con recursos familiares y sólo quienes realmente
lo necesitan solicitarían el crédito. Cobrar la tasa de mercado es el mejor
mecanismo para evitar que el crédito universitario se filtre hacia quienes
no lo necesitan.
Aplicar la tasa de mercado también ahorrará importantes recursos al fisco,
los cuales podrán destinarse a reducir la alta deserción de los estudiantes
universitarios de escasos recursos. Esta alta tasa se debe principalmente a
la falta de recursos para mantenerse mientras estudian y a la preparación
deficiente que estos estudiantes traen de la enseñanza media. Esto sugiere
varias medidas. Primero, extender el crédito universitario de modo que
además de financiar la matrícula incluya una mensualidad que permita a los
estudiantes mantenerse mientras estudian. Segundo, destinar recursos para
nivelar los conocimientos de los estudiantes más pobres durante su primer
año en la universidad.
Un problema no menor con el crédito universitario es lograr que los
estudiantes talentosos de origen humilde soliciten dicho crédito. Saber que
empezarán a trabajar con una deuda superior a diez millones de pesos en caso
de solicitarlo puede inducir a estos estudiantes a no ingresar a la
universidad. A este respecto es importante mantener el tope actual de pago
por la deuda de un 5% del ingreso anual del estudiante, lo cual se podría
complementar con exigir dicho pago sólo en aquellos años en que el ingreso
excede un cierto mínimo. Sin embargo, como el pago de la deuda depende del
ingreso del estudiante, no se justifica la política actual de condonar el
remanente de la deuda cuando se cumplen 12 años desde que el estudiante
egresó.
Es importante asegurar que este crédito se pague (con el tope antes
mencionado). El sistema actual en que las universidades juegan un rol
central en la cobranza no funciona, ya que una fracción importante de los
estudiantes no paga nunca su deuda. Es injusto que un joven que termina sus
estudios y luego es un profesional, con lo cual en promedio percibirá un
ingreso cinco veces superior al de quienes no accedieron a la universidad no
devuelva el préstamo recibido. Es particularmente injusto para quienes no
han podido enviar a sus hijos a la universidad y tuvieron que financiar a
este joven con los impuestos que pagan, por ejemplo, mediante el IVA. Para
reducir la morosidad en el pago del crédito universitario lo más simple y
efectivo es entregar al Servicio de Impuestos Internos la atribución para
fiscalizar dicho pago al examinar las declaraciones de impuesto a la renta.
Algunos sectores proponen regresar a los aranceles diferenciados de los años
sesenta, cuando cada estudiante pagaba una matrícula acorde con los ingresos
de su familia. Esta propuesta exacerbaría todos los problemas que tiene el
diseño actual del crédito universitario, sin aportar ningún beneficio. Otros
sectores argumentan que un crédito fiscal más generoso hará renacer la
institución de "estudiantes eternos". Esta objeción justifica exigir un
puntaje razonable en la Prueba de Aptitud Académica para acceder al crédito
fiscal y un rendimiento aceptable cada año para renovarlo.
En resumen, es urgente rediseñar el crédito fiscal para que los 70 millones
de dólares que se gastan por este concepto al año efectivamente contribuyan
a que los pocos jóvenes de bajos ingresos que logran acceder a la
universidad completen sus estudios universitarios.
Eduardo Engel
*Académico y director del Centro de Economía Aplicada (CEA), Departamento de
Ingeniería Industrial, Universidad de Chile.
http://cowles.econ.yale.edu/~engel/op_eds.htm
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